14/04/2021

PRIMER MÁRTIR DE LA AVIACIÓN CHILENA: 108 AÑOS DE LA MUERTE DE LUIS ALBERTO ACEVEDO

Tras intentar el primer raid más largo para esa época, desde Concepción a Santiago, Luis Alberto Acevedo Acevedo murió a los 27 años, convirtiéndose en el primer caído de la aviación nacional.


“¡Acevedo ha muerto!”, fue el breve mensaje transmitido por un telegrama enviado a todo Chile, la tarde del domingo 13 de abril de 1913. El accidente que le costó la vida a Luis Alberto Acevedo, ocurrió al estrellarse en un Blériot de 50 HP en la ribera del río Bío Bío, al sur de Concepción.

Luis Alberto Acevedo Acevedo fue un reconocido piloto y ciclista chileno, quien batalló contra la adversidad y la incomprensión de la época, en pos de contribuir en el desarrollo de la aviación nacional. En 1911 viajó hasta Paris, Francia, para iniciar sus estudios en la Escuela Blériot, escuela de aviación, donde obtuvo el título de piloto. Una vez que volvió a Chile, recibió una gran bienvenida, lo que lo llevó a ocupar el primer plano de la popularidad como “dominador del espacio”.

Para poder comprar su primera aeronave, se asoció con su amigo ciclista, Clodomiro Figueroa y el primo de éste, Manuel Fernández, constituyendo la “Sociedad Chile de Aviación Acevedo y Cía.”. En abril de 1912, arribó un monoplano Blériot, motor Gnome de 50 HP, el que fue armado en el Parque Cousiño, donde se realizaron los primeros ensayos, los que fueron publicitados a través de la prensa de la época, con el afán de despertar la curiosidad y entusiasmo de la ciudanía por conocer la tecnología y la preparación para el primer vuelo de Acevedo en Chile, el cual terminó con la nave precipitándose cuando solo había alcanzado una altura de 10 metros, y con graves daños en la infraestructura.

Luego de su primer fracaso en tierras chilenas, Luis Alberto se empeñó en reparar el monoplano, interiorizándose más sobre el mecanismo con expertos del tema. Acevedo realizó una gira de exhibiciones por varias regiones del país y en su anhelo por servir mejor a la aviación, jamás desperdiciando oportunidad de hacer algo para su desarrollo en Chile, fue que en una ocasión sobrevoló la escuadra fondeada en la rada de Iquique, lanzando desde su avión un mensaje en el cual destacaba la urgente necesidad de crear y desarrollar la aviación en el país.

El día anterior a su fatídico accidente, sus amigos más cercanos intentaron persuadirlo de no realizar el vuelo por el riesgo que envolvía, para lo que Acevedo simplemente respondió con “o hago el raid o me mato”. Fue así, como un claro, tibio y apacible domingo 13 de abril de 1913, en un improvisado campo de aviación en San Pedro y junto a la compañía de su mujer, amigos íntimos y algunos periodistas, Luis Alberto Acevedo Acevedo, puso el motor en marcha y comprobó que la hélice no daba con las revoluciones necesarias para afrontar la prueba, por lo que a pesar de la recomendación de los expertos presentes de no cambiar la hélice, el grupo de mecánicos ante la insistencia del piloto, procedieron. Una vez más, al poner en marcha el motor, ver que la hélice dio mil doscientas revoluciones, Acevedo determinó iniciar su vuelo.

Eran las 12:00 horas cuando se instaló en la cabina y dio orden de largar, deslizando la pesada nave por el suelo hasta elevarse con gran dificultad a escasos metros de altura. Acevedo, consciente del peligro por el peso de la aeronave, continúo con el vuelo dirigiéndose hacia el río Bío Bío con el fin de maniobrar con mayor seguridad y altura sobre el torrente, decisión fatal, ya que fue alcanzado por una corriente de aire descendente lo que llevó a que se precipitara junto al Blériot en el lecho del río, el que tenía pocos centímetros de profundidad, lo que le causó la muerte de forma inmediata.

El funeral de Acevedo en Santiago, dio ocasión a la más elocuente demostración de pesar que se haya registrado en las calles de la capital. A las 16:00 horas del 15 de abril, el féretro del Piloto Luis Alberto Acevedo Acevedo, fue llevado por los brazos de aviadores, oficiales del Ejército y bomberos, depositándolo en una carroza mortuoria y al ritmo de la marcha fúnebre de Chopin, el cortejo se puso en movimiento, siendo acompañados por Santiago entero hasta el cementerio.

La valentía, el anhelo por innovar y aportar a la aviación nacional y sus constantes hazañas, hicieron que el nombre Luis Alberto Acevedo quedara impreso en los anales de la historia de la aviación chilena.

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