Es un valor inspirado en la íntima convicción del deber ser como aviador militar. Es el faro que guía nuestros actos en pos del cumplimiento de la responsabilidad del cargo y obligaciones. Es la razón y conciencia para mantener una conducta recta e inspirada en el cultivo de los valores institucionales y de las virtudes cardinales, en sus propios valores y juicios como persona.
Ser representante de la Fuerza Aérea ante la comunidad nacional e internacional exige un comportamiento acorde a los principios institucionales que han sido inculcados desde el inicio de la carrera y que forman parte de la cultura y tradiciones.